Una nueva ruta de la seda globalizada y sus efectos sobre el transporte de mercancías

Madrid, 5 de diciembre del 2018.- El tránsito mundial de mercancías puede vivir un gran impulso si el megaproyecto chino de construir una nueva ruta de la seda se va desarrollando, año a año. Los diseños en los mapas son ambiciosos y casi utópicos. Pero utopía era que en los últimos 50 años China fuera a ser la primera potencia económica. Destacamos todos los detalles en un un reportaje publicado por el periódico El País. 

El interés geográfico principal sigue siendo Asia. Pero “de acuerdo con las comunicaciones oficiales chinas, todos los países y continentes pueden incluirse, desde el Ártico a América Latina”, precisa Alice Ekman, investigadora sobre China del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). Y “ya no solo incluye carreteras, rutas ferroviarias, puertos, aeropuertos e infraestructuras de transporte. También incluye normas y estándares, aduanas, tribunales, comercio electrónico… Básicamente, es una etiqueta que se puede pegar en todo un abanico de proyectos”.

Desestimada en sus comienzos por algunos como un plan imposible, la Nueva Ruta de la Seda, o “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (“yi dai yi lu” en mandarín, BRI por sus siglas en inglés) ha cambiado realidades sobre el terreno y va a continuar durante décadas. 

Para China, los beneficios del plan son claros: ampliar vías hacia el oeste le permite desarrollar sus regiones occidentales, más empobrecidas; estimula sus sectores industriales en momentos en los que su economía entra en una etapa de menor crecimiento; abre mercados para sus productos; facilita que otros países adopten sus estándares tecnológicos, por ejemplo en telefonía 5G; y, en general, expande su presencia e influencia internacional.

Hasta el momento, China asegura haber desembolsado 53.000 millones de euros; el Instituto Mercator de Estudios sobre China (MERICS) calcula esa cifra en 22.000 millones en su base de datos sobre la iniciativa. Esos montos seguirán aumentando. El número de proyectos supera con holgura el millar. Varios países de Europa Occidental —incluida España— o Japón mantienen también sus reservas sobre la BRI, aunque se muestran dispuestos a colaborar en proyectos puntuales. El primer ministro nipón, Shinzo Abe, suscribió el mes pasado un memorando de entendimiento para colaborar en terceros mercados, un documento similar al que ha suscrito España. Pero estos países insisten en que, aunque el plan cuenta con un enorme potencial.

Sin embargo, la participación de España en la Nueva Ruta de la Seda no quedó sellada. El Gobierno español reconoció su potencial, y se comprometió a explorar proyectos concretos. De hecho, ya hay una conexión de mercancías por tren y participación de capital chino en los puertos de Valencia y Bilbao. Pero Pedro Sánchez no estampó su firma en el club de la alianza con la que China avanza imparable. En otros países, el futuro de la ruta está aún sujeto a incertidumbres. Tailandia e Indonesia tienen previstas elecciones que pueden alterar la actitud de sus respectivos Gobiernos. En Filipinas, pende un interrogante sobre la salud de Duterte.

En cambio, China mantiene su fuerte apuesta por la BRI. Y al incluirla en la constitución del Partido Comunista, ha dejado claro que la iniciativa continuará durante décadas. El año próximo celebrará su segunda Cumbre de la Ruta de la Seda. Si a la primera, en 2017, acudieron delegaciones de 110 países y 29 jefes de Estado o de Gobierno, Pekín no se conformará con menos. Será una cita clave para determinar la evolución de este proyecto, que comenzó como una mera propuesta de infraestructuras y ha evolucionado a un gigantesco plan estratégico.


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